Es mi percepción que luego de las elecciones primarias de la oposición y el oficialismo, celebradas recientemente, la apatía del electorado, en general, tiende a aumentar a medida que se acerca la fecha de los comicios parlamentarios del 26 de septiembre.
Luego de los debates internos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y su elección de 22 candidatos (el resto depende de acuerdos) y del proceso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que definió sus 110 aspirantes (y suplentes) a la Asamblea Nacional, podríamos decir que ya todo está listo para el día en cuestión.
En teoría debería ser así; en la práctica, aún falta lo más importante: la gente que quiera votar.
Los números, que no mienten, revelaron que en uno y otro proceso comicial la “ganadora” podría decirse que fue la abstención.
Sé que muchos me dirían que estoy equivocada (que podría estarlo, ¿por qué no?), porque fueron elecciones internas de partidos que por lo general no atraen a un alto número de votantes, como sí lo hacen las presidenciales u otras convocatorias.
Es verdad, la participación tiende a ser baja, pero no es menos cierto que dada la polarización que vive el país, en ambos sectores se esperaba una mayor afluencia de electores, en especial en la dirigencia opositora, que se retiró de los comicios de 2005 y de este modo avaló (admítalo o no) un Parlamento rojo-rojito.
Por el contrario, en las primarias de la oposición, el pasado 25 de abril, la abstención alcanzó un 91% y en las oficialistas, del domingo 2 de mayo, la cifra fue de 62%.
Es decir, que además de los llamados Ni-Ni, un buen número de militantes chavistas y antichavistas no acudieron a las urnas para definir a quienes podrían ser los próximos representantes del Poder Legislativo.
Algunos analistas pronostican que esta tendencia teñida de apatía cambiará el 26S, por obra y gracia de la polarización y de la movilización de los Ni-Ni; otros opinan que la abstención se repetirá (quizás no en tan altos niveles, pero prevalecerá), porque ninguna de las propuestas políticas convencen y, otros tantos, quizás más realistas, sostienen a vox populi o entrelíneas, que quien tenga la mejor organización y maquinaria electoral será el que se imponga por mucho en la Asamblea.
Desde mi punto de vista, los meses que siguen deben ser aprovechados por ambos bandos para convencer y generar entusiasmo en un electorado (en particular de jóvenes) que por estos días parece más preocupado por sus asuntos domésticos, el Facebook y el Twitter que por el futuro político del país y que critica por igual a la dirigencia opositora y oficialista.
Un consejo para ambos: las redes sociales ayudan, sí, pero no son la solución.
Luego de los debates internos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y su elección de 22 candidatos (el resto depende de acuerdos) y del proceso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que definió sus 110 aspirantes (y suplentes) a la Asamblea Nacional, podríamos decir que ya todo está listo para el día en cuestión.
En teoría debería ser así; en la práctica, aún falta lo más importante: la gente que quiera votar.
Los números, que no mienten, revelaron que en uno y otro proceso comicial la “ganadora” podría decirse que fue la abstención.
Sé que muchos me dirían que estoy equivocada (que podría estarlo, ¿por qué no?), porque fueron elecciones internas de partidos que por lo general no atraen a un alto número de votantes, como sí lo hacen las presidenciales u otras convocatorias.
Es verdad, la participación tiende a ser baja, pero no es menos cierto que dada la polarización que vive el país, en ambos sectores se esperaba una mayor afluencia de electores, en especial en la dirigencia opositora, que se retiró de los comicios de 2005 y de este modo avaló (admítalo o no) un Parlamento rojo-rojito.
Por el contrario, en las primarias de la oposición, el pasado 25 de abril, la abstención alcanzó un 91% y en las oficialistas, del domingo 2 de mayo, la cifra fue de 62%.
Es decir, que además de los llamados Ni-Ni, un buen número de militantes chavistas y antichavistas no acudieron a las urnas para definir a quienes podrían ser los próximos representantes del Poder Legislativo.
Algunos analistas pronostican que esta tendencia teñida de apatía cambiará el 26S, por obra y gracia de la polarización y de la movilización de los Ni-Ni; otros opinan que la abstención se repetirá (quizás no en tan altos niveles, pero prevalecerá), porque ninguna de las propuestas políticas convencen y, otros tantos, quizás más realistas, sostienen a vox populi o entrelíneas, que quien tenga la mejor organización y maquinaria electoral será el que se imponga por mucho en la Asamblea.
Desde mi punto de vista, los meses que siguen deben ser aprovechados por ambos bandos para convencer y generar entusiasmo en un electorado (en particular de jóvenes) que por estos días parece más preocupado por sus asuntos domésticos, el Facebook y el Twitter que por el futuro político del país y que critica por igual a la dirigencia opositora y oficialista.
Un consejo para ambos: las redes sociales ayudan, sí, pero no son la solución.
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