La red es como una gran plaza, llena de gente diversa, con ideas, propuestas, historias, imágenes y sueños diferentes, que se convocan cada día a una enorme banca y participan en una conversación eterna. Plural.
Cuesta imaginar cómo seríamos hoy sin Internet, ese espacio abierto las 24 horas a nuestra curiosidad, dispuesta a recibir lo que tenemos que contar o compartir con quien está cerca o muy lejos.
Un lugar donde vemos, escuchamos y leemos a quienes piensan igual o distinto que nosotros; donde hay posibilidad de debatir y contrastar infinidad de temas y a fin de cuentas, formarnos un criterio propio.
Celebro su evolución, el avance de la web 2.0, el acercamiento a esa otra parte del mundo que creíamos inaccesible y que por fuerza de la tecnología sabemos cómo es con lujo de detalles, porque quizás alguien de tan lejos nos lo describe en su blog.
Celebro que existan las redes sociales y el Twitter, como medios para interactuar, dar y recibir información o simplemente un saludo. Están, existen, comunican, permiten y eso importa.
Sus amplias ventajas, sin embargo, no deben cegarnos sobre los riesgos que también implica no saber aprovechar la red de redes o el mal uso que algunos puedan darle o de hecho le dan.
La alfabetización digital y la orientación a distintos niveles son necesarias para fortalecer este espacio virtual y garantizar su esencia democrática.
Los medios y periodistas, hasta hace poco principales administradores de contenidos, tienen competidores (y muchos) en el ciberespacio y sólo la calidad de lo que ofrezcan de ahora en adelante los hará mantenerse en la preferencia de los usuarios (lectores, televidentes, internautas).
Los que se han dado cuenta del cambio están salvando sus vidas, porque si de algo estamos seguros es que no hay vuelta atrás: Internet se instaló en nuestras vidas, modificó sustancialmente las formas de comunicación y esto, de algún modo, es una “dictadura” voluntaria que cada quien ha asumido, tanto que las plazas de nuestras ciudades ya no son tan concurridas y los cibercafé abundan en cada esquina y siempre llenos.
Paradojas de los nuevos tiempos.
Paradojas de los nuevos tiempos.
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