Ya lo dijo Wall Street: España no ganará el Mundial. Y visto el resultado de hoy, cuando perdió frente a Suiza 1 por 0 en su primera aparición en la cita surafricana, más de un fanático de la furia roja debe estar preocupado.
Sé tanto de fútbol como de física cuántica, así que no tengo la menor idea de las posibilidades reales de la oncena española, sin embargo, de algo sí estoy segura: éste no es el año de España.
Basta con ver la cantidad de tropiezos que está viviendo la economía del país ibérico para constatar que no la están pasando nada bien.
Los coletazos de la crisis económica de Grecia mantienen en jaque a la nación europea, al punto que de acuerdo con fuentes reseñadas por el Financial Times, la “Unión Europea se prepara para una quiebra de España”.
Esta información, que ha sido desmentida casi que a diario desde el viernes pasado por el Gobierno de Rodríguez Zapatero, pasa del rumor a la posibilidad cuando se conoce, este miércoles, que la Comisión Europea colocó a España, Grecia y Portugal entre los socios del euro con mayores riesgos fiscales.
Mientras esto ocurre, el desempleo sigue subiendo como la espuma (ronda el 20%) y a pesar del anuncio de una reforma laboral para enfrentar los desajustes, sigue en pie la convocatoria a una huelga general para el próximo 29 de septiembre.
En la otra orilla, los españoles no sólo lidian con el día a día de las finanzas sino con noticias que rozan lo insólito, como la del enjuiciamiento intentado contra el juez Baltazar Garzón por atreverse a destapar las heridas, nunca cerradas, de la dictadura franquista.
Particularmente, me cuesta mucho entender lo que está pasando al otro lado del gran charco, quizás porque nunca he tenido claro cómo un país que bien o mal sembró raíces en América hace 518 años, acostumbre cada vez más seguido aplicar la discriminación hacia los latinoamericanos que los visitan, al detenerlos y deportarlos a sus naciones de origen ¡desde los aeropuertos!
Me cuesta entender qué pasa en un país donde aún existen reyes que se sienten como dioses entre los mortales y con derecho a mandar a callar a los nativos de América, tal como si estuviéramos en el siglo XVI.
Sea como fuere, aún quedan seis meses para que el Reino de España vea mejorar su panorama. Después de todo, yo no me confiaría mucho de Wall Street, al que se le hace muy fácil pronosticar quién ganará el Mundial, pero no advertir sobre las graves recesiones que vive el mundo desde el año 2007.
Sé tanto de fútbol como de física cuántica, así que no tengo la menor idea de las posibilidades reales de la oncena española, sin embargo, de algo sí estoy segura: éste no es el año de España.
Basta con ver la cantidad de tropiezos que está viviendo la economía del país ibérico para constatar que no la están pasando nada bien.
Los coletazos de la crisis económica de Grecia mantienen en jaque a la nación europea, al punto que de acuerdo con fuentes reseñadas por el Financial Times, la “Unión Europea se prepara para una quiebra de España”.
Esta información, que ha sido desmentida casi que a diario desde el viernes pasado por el Gobierno de Rodríguez Zapatero, pasa del rumor a la posibilidad cuando se conoce, este miércoles, que la Comisión Europea colocó a España, Grecia y Portugal entre los socios del euro con mayores riesgos fiscales.
Mientras esto ocurre, el desempleo sigue subiendo como la espuma (ronda el 20%) y a pesar del anuncio de una reforma laboral para enfrentar los desajustes, sigue en pie la convocatoria a una huelga general para el próximo 29 de septiembre.
En la otra orilla, los españoles no sólo lidian con el día a día de las finanzas sino con noticias que rozan lo insólito, como la del enjuiciamiento intentado contra el juez Baltazar Garzón por atreverse a destapar las heridas, nunca cerradas, de la dictadura franquista.
Particularmente, me cuesta mucho entender lo que está pasando al otro lado del gran charco, quizás porque nunca he tenido claro cómo un país que bien o mal sembró raíces en América hace 518 años, acostumbre cada vez más seguido aplicar la discriminación hacia los latinoamericanos que los visitan, al detenerlos y deportarlos a sus naciones de origen ¡desde los aeropuertos!
Me cuesta entender qué pasa en un país donde aún existen reyes que se sienten como dioses entre los mortales y con derecho a mandar a callar a los nativos de América, tal como si estuviéramos en el siglo XVI.
Sea como fuere, aún quedan seis meses para que el Reino de España vea mejorar su panorama. Después de todo, yo no me confiaría mucho de Wall Street, al que se le hace muy fácil pronosticar quién ganará el Mundial, pero no advertir sobre las graves recesiones que vive el mundo desde el año 2007.
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